jueves, 15 de octubre de 2009

Ágora

Ayer, mientras la selección goleaba a Bosnia en el último trámite antes del Mundial, yo entraba al cine. Cuando Argentina empezaba el partido que, de forma dramática, le situó en Sudáfrica, yo salía del cine convencido de que Amenabar es el mejor director que nuestro país ha dado nunca.

Más allá de consideraciones ideológicas y de argumentos como la trama, el cine de Amenabar es perfecto a nivel técnico. Cada plano, cada imagen tiene su explicación. Un amigo mío al que le gusta el cine casi tanto como a mi el fútbol me comentaba que el director de Ágora es un obseso del cine, que ha visto de todo y en grandes cantidades, y de ahí que se le considere un académico siendo todavía joven.

Y yo pensé que este joven de 37 años no sólo tiene en común con Guardiola su edad -el técnico del Barça tiene 38-. Su manera de hacer me resulta muy familiar. Esa obsesión por la disciplina en la que trabajan, ese cuidar cada detalle, esa necesidad de explicarlo todo y que todo quede claro son muy características de ambos. Además, el título del film del cineasta español me lleva también a pensar en Guardiola, un amante del diálogo, sabedor de que éste lleva inexorablemente al conocimiento.

Imagino a Amenábar devorando cine y veo a Guardiola estudiando al próximo rival del Barça en la Champions. Podríamos buscar muchas causas para explicar esta coincidencia, pero creo que basta con decir que ambos aman lo que hacen, uno el cine y el otro el fútbol. Y que ese amor les lleva a tratar de mejorar permanentemente. Y creo que es una buena lección en estos tiempos de crisis en los que parecen imposibles las concesiones sentimentales.

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