miércoles, 3 de noviembre de 2010

Arte o batalla

Hace dos años-ver aquí-escribí sobre el síndrome de Stendhal tras un partido de Champions del Barça. Afirmaba haberlo experimentado por el juego preciosista del equipo de Guardiola que, meses más tarde, sería tricampeón.

Algunas cosas han cambiado desde abril de 2009. Otras no. El Barça continúa queriendo desarrollar un juego atractivo, más cercano al arte que a la violencia. Extraño, puesto que en fútbol juegan dos. La consigna sigue siendo reducir al mínimo el componente riesgo teniendo la pelota el máximo tiempo posible. El Barça logra por momentos la virtud divina de hacer desaparecer al adversario.

Lo que pasa es que, entre unas cosas y otras, a los barcelonistas ahora les cuesta más, en algunos partidos, hacerse con ese control total con el que sorprendieron al mundo. Difícilmente Xavi e Iniesta coinciden en el centro del campo, lo que dificulta el dominio. Arriba cuesta más definir, posiblemente porque los continuos cambios de delantero hacen que sea difícil tener automatismos a principios de temporada.

Y, ya lo hemos dicho en este blog, los rivales no son estúpidos y buscan la manera de echar el guante al Barça. Unos lo consiguen -Rubin, Hércules, Copenhague- y otros no -el último ejemplo, el Sevilla-. Sin embargo, los partidos de los catalanes tienden a igualarse.

Y, aquí quería llegar, esto es beneficioso para el espectador. Ya no aportan nada los partidos decididos en el minuto 20 en dos o tres acciones brillantes de Messi, Xavi o Iniesta. Gente como yo preferimos que el Barça se tenga que reinventar porque los rivales se lo ponen difícil. Que lo que ve el espectador se acerque más a una batalla entre dos que al arte de mano alzada en un despacho solitario. Que el componente azar y/o riesgo vuelva. Que cuando marca el equipo de Guardiola, quien simpatice con él se levante de la silla y lo celebre efusivamente.

El fútbol se ha hecho grande porque da a la gente aquello que no tiene. La rutina de los días de trabajo la rompe la cerveza, el nerviosismo, la incertidumbre, el gol decisivo. Si el Barça da a sus espectadores lo mismo que el trabajo -rutina, de victoria plácida en goleada abrumadora-, qué aburrimiento.

Dicho esto, y teniendo la sensación de que el Barça apura más que el año pasado, el equipo está igual de vivo en todas las competiciones. Pedir continuidad después del triplete era una utopía. Hay que exigir valentía, ganas, implicación. Trabajo y buen juego, no inmunidad. Las victorias seguirán llegando si los futbolistas así lo entienden. Y nada hace presagiar lo contrario.

1 comentario:

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