sábado, 17 de abril de 2010

Antiguas y nuevas rivalidades

“Esta ciudad tiene más radiotaxis que sentimientos”

Pintada en una pared de La Paz (Bolivia)


A veces pienso que los derbis no son más que palabras escritas antes y después. Palabras injustificadas y muchas veces injustificables que tratan de convencer de que lo irracional no lo es tanto. Porque, pienso a veces, no por querer unos colores hay que odiar irremediablemente otros. Eso es una invención.

Lo dicho, a veces pienso en todas esas estupideces. Y es que, ¿qué es el fútbol sino un acto de irracionalidad? Racional es el deseo de comer cuando hay hambre. El hombre ha vivido miles de años en la faz de esta Tierra sin necesidad de marcar goles al adversario de toda la vida, pero si de comer.

Por la comida se discutían nuestros antepasados. Por ella marcaban territorios, creaban clanes, libraban guerras. Con el paso de los años y el advenimiento de la Revolución Industrial, esas antiguas rivalidades pasaron a compartir espacio con los odios propios de los nuevos tiempos: había nacido la conciencia de clase, otra excusa racional para inventar rivalidades. Después, por culpa del lenguaje moderno de esa ilusión publicitaria que es la dominante clase media, las rivalidades políticas perdieron gran parte de su contenido

De un proceso como éste nació la rivalidad entre Lazio y Roma. Cuentan las crónicas que, hastiados por las inacabables victorias de los clubes del norte de Italia, diferentes equipos romanos decidieron unirse en 1927. Se negó la Lazio, uno de los ocho equipos de la región, que en un acto de soberbia decidió mantener la sangre pura con que había nacido en 1900 gracias a unos militares adinerados enamorados de los valores del olimpismo.

La Lazio fue desde el inicio el equipo con el que se identificaron las clases pudientes de la región. La Roma, por contra, nacía como el equipo de esas clases trabajadoras a las que convenía dar algo más en que pensar que ideas revolucionarias. No en vano, nació en los años del fascismo del Duce Mussolini. Como quiera que vino la Guerra Mundial y los regímenes autoritarios fueron vencidos, a partir de entonces la Roma fue el equipo de la clase obrera con todas sus consecuencias.

La rivalidad y la bandera de la diferencia se siguió ondeando, y pronto para los romanistas los rivales eran unos ‘burini’ (catetos) de comarca, mientras que para los laziales los capitalinos eran unos flojos, algo inaceptable. "¡Boia chi molla!”, es el canto mussoliniano que todavía suena de vez en cuando en el Olímpico. La traducción, perro el que afloja.

Si son pocos los ingredientes, súmenle que la Roma del Totti que una vez dijo que daría varios años de su vida por marcar un gol al Lazio se juega su liderato recién conquistado ante un rival que este año se ha dedicado a coquetear con el descenso. De momento, el Inter ha metido presión con golazo incluido de Maicon y aviso de Eto’o al Barça.

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